
Tendría apenas trece años de edad cuando asistía a reuniones discretas donde se comentaban los trágicos episodios de la Segunda Guerra Mundial. Los demás eran mayores y los que mejor explicaban el curso del espanto.
Los dos escenarios, Europa y el Pacífico, apasionaban por las batallas tremendas en esas luchas espantosas. En el viejo cine de mi Macorís aparecían reportajes formidables captados por corresponsales de guerra arriesgadísimos.
También llegaban los radios capaces de alcanzar emisoras fundamentales: Londres, Washington y Moscú; ésta última sin riesgo, pues existía la Alianza y Churchill, Stalin y Roosevelt eran “Los Tres Grandes”.
El introito es breve al pasar a mi reminiscencia de cosas que oí en aquellas reuniones.
Frank Grullón Martínez, como sus hermanos Cecilio y Ramón, vivían frente a mi casa y su buen humor era encantador; cayó valerosamente en la expedición del 14 de Junio y una calle de mi pueblo lleva su nombre.
Decía Frank: “Te dejamos entrar porque eres el Cabezón de doña Narcisa y muy precoz”; esto, al comenzar el relato de un chiste memorable acerca de un coronel argentino que era miembro de una Junta Militar gobernante y se destacó por el apoyo que recibiera de las masas de obreros y trabajadores de aquel importante país de entonces.
Pero lo que viene al caso es lo siguiente: el coronel estaba bajo sospecha de ser pro fascista y mantenía una actitud que a Estados Unidos en medio de la guerra le disgustaba por la neutralidad proclamada de ese país hermano. Luego vendría a ser cuatro veces su Presidente.
La hostilidad presionante del Norte buscaba una definición de cuál era la realidad de su posición que pareció terminante y embarazaba la percepción y ello llevó a la necesidad de preparar una respuesta cuidadosa, porque no querían tampoco enemistarse con su real preferencia, que era Hitler.
Había en su Ministerio Exterior un funcionario de origen cubano, genial por sus ocurrencias. “El Cubano”, como se hacía llamar, orgulloso de su estirpe, les dijo: “Mandémosle un cable con una sola palabra: BOLSA.” Y al preguntarle su significado, respondió: “Que participa, pero no entra.”
Todos los mandos se rieron asombrados de la astucia del Cubano y aprobaron su recomendación. Se envió al Cubano a Washington a explicar la encrucijada de su gobierno y les dijo: “Es que también hay que engañar a Hitler; ustedes los americanos entenderían el apriete en que estamos; no así aquella bestia que tiene muchos espías allá, pero no van a poder descubrir el significado del Cable.”
Lo aprobaron, como si fuera una encriptación avanzada de la época. Claro está, pido excusa por repetir el chiste, pues no es esa mi costumbre y podría resultar desagradable para algunas de mis lectoras.
Todo lo recuerdo por la compleja situación actual de alcanzar la paz en Ucrania.
UE se enoja porque se le margina de las conversaciones; se reúnen cinco de sus gobernantes sin contar con un Grande verdadero: y Trump dice: “No hay por qué invitarla”. Y el otro Grande que es Rusia: “No pueden, porque quieren que prosiga la guerra como en los tiempos de Biden.”
El punto nodal de la objeción reside en que Ucrania no es miembro de OTAN y se habilitó desde Occidente con las armas de ayuda. Los propios norteamericanos gobernados por Biden, animados por Obama, fueron miembros de aquella conjura.
Lo que ha ocurrido es simple, pero histórico: Hubo un regreso a la Casa Blanca con una consigna conmovedora: “Hay que evitar imperativamente que siga muriendo más gente; sacaré a mi país de ese foso y procuraré la paz; especialmente al fantasma del globalismo que ha estado detrás de todas esas maldades, persiguiendo un Nuevo Orden Mundial.”
Dijo más: “Esta guerra se desató porque me expulsaron de la presidencia; renovaré esfuerzos por la normalización de Rusia y la paz.” Algo que dijera en el Grupo G7 antes del ´20, al sentarse allí por primera vez: “¿Dónde está Rusia?”
La habían segregado y Trump, con un mandato popular recrecido, repite la exigencia al tiempo que emprende, con energía de cruzado, una limpieza profunda en su propia casa, que no sale del asombro por todo lo que va apareciendo como escándalos inconcebibles.
Ojalá lo hubiera comprendido la UE para no exponerse a la vergüenza de Participar y Entrar a esa Guerra en la forma sinuosa en que se mantuvo, donde tantas vidas se han destrozado, en medio de negocios vergonzosos de armas sofisticadas, penosamente de fabricación norteamericana.
El hecho es, a los fines de esta Reminiscencia, que Marcos Rubio, descendiente de cubanos, ha demostrado tener la genial sagacidad del pueblo de sus mayores y que ésto ocurra es muy provechoso para enfrentar este tranque, manejado por dos de los Grandes, sin que ésto implique olvidar la sabiduría inmemorial de un tercer Grande de estos tiempos, China, cuya presencia en la forja de la paz resultaría interesante, así sea como consolador de un Zelensky, obcecado en continuar su guerra, aunque con ello se hunda la tierra en una catástrofe que pueda arrasar al mundo entero.
En suma, a UE le ha faltado un Grande como lo fuera el De Gaulle de Francia y al Reino Unido otro Churchill, porque de lo que se trata es de asegurar el futuro de la humanidad, aunque desaparezca o reduzca ese tumulto caótico de la multilateralidad. Otra Yalta, no de reparto opresivo.
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