Reminiscencias. Las transiciones son difíciles, pero cruciales.

MARINO VINICIO CASTILLO R

Es una especie de diálisis de la memoria lo que la edad prolongada puede hacer cuando ésta se conserva razonablemente.
Lo mejor ocurre cuando se van presentando los recuerdos de sucesos en los cuales uno haya participado de algún modo, o al menos estuvo tan cerca que los pudo palpar intensamente, aunque después, con el paso del tiempo, parezcan desvanecerse los pormenores de las propias características del suceso en cuestión.

En estos días he podido tener la experiencia, pero más bien suscitada por cuanto ha venido ocurriendo en la hermana República Bolivariana de Venezuela. Todos, claro está, hemos sentido angustias hondas al mirar atentos aquella sociedad tan querida debatirse en medio de circunstancias abismales.

Lo que me llama más la atención de cuanto he recordado es algo que aparece en mi Reminiscencia de fecha 7 de Agosto del año 2021, que ya figura en la primera edición en su página 75, bajo el título de “La Venezuela Bipolar”.
Al final, evoqué una admonición que me hiciera un valioso venezolano que tuve la alegría y el honor de ser su amigo, Gontrán Elizalde Petit; un solo párrafo, pero que ahora, en las contingencias desquiciantes de este presente, dominan mis convicciones. Vemos, pues: “Traeré en la próxima otra reminiscencia de la tragedia venezolana, presagiada por un amigo profesional de gran clase que me honró con su amistad, ya desaparecido. De sus labios oí la bipolaridad por primera vez aplicada a su patria: “Fortuna infinita de grupos vs miseria insondable del pueblo sumergido”. Me advirtió: “Mientras estén superpuestas, habrá opresión; si llegaren a estar frente a frente, habría ruina y destrucción”, fueron sus palabras mayores.”
Eso, dicho a finales de los años ´70, cuando yo le comentaba lo que me había ocurrido el día que conocí a Caracas, cuando pasé de la fascinación deslumbrante de sus luces al llegar en la noche, y de la advertencia que me hiciera un familiar muy querido, de que aguardara al amanecer y viera los ranchos para que comentáramos mi impresión entonces.

Mi amigo Gontrán Elizalde, abogado de vasta cultura, me hizo el comentario transcrito.
En realidad, las dos Venezuela superpuestas que se reflejaban en ese contraste, a mucha gente les pareció que algún día eso estallaría. El fenómeno de Chávez al poder, en una clara simbiosis del Cuartel con los Ranchos, rompió esa superposición de dos Naciones en una sola tierra y ahora están frente a frente, una, febricitante, que alega en sus multitudes haber ganado, y otra, desde un Palacio de Miraflores, que dejó de ser lo que fuera en vida de Chávez, en ocasión de su muerte.
¿Cómo se podrá realizar propiamente el milagro de que la paz y la gobernabilidad puedan sobrevivir?

Lo peor de todo es que el árbitro que ha debido ser el Cuartel de Chávez se ha desvanecido y, porque desde un litoral de poder político amenazante de guerra civil y ríos de sangre, no se atreve a jugar el papel enorme de dirigir una verdadera transición; es decir, renormalizar en la medida que sea posible aquel espantoso desencuentro y, finalmente, labrar un porvenir de paz justa y respetable.
No aparece un Eleazar López Contreras, o un nuevo Hugo Chávez Frías. El primero, para el paso de Gómez a las libertades; el segundo, como versión rectificadora de todos los errores y atropellos que se han venido cometiendo en su nombre, engendrando la ira del pueblo, que ya se goza con derribar las estatuas de aquel idealista que evocaba a Bolívar como una obsesión para fijar los límites de lo que él entendía eran sus sueños.
Vino la parranda de los derroches, de la droga, junto con las rudezas de las persecuciones de adversarios y han vuelto las cárceles a dañar a Venezuela en una jungla de rejas.

Yo, con 30 años apenas, tuve la oportunidad honrosa de asistir al nacimiento de un Consejo de Estado que vendría a dirigir la transición de aquel otro espanto hacia las libertades públicas y la dignidad ciudadana. El hombre clave nuestro para llevar a cabo aquello, Joaquín Balaguer, puso en circulo 9 amigos sentados y en cada una de sus espaldas un oficial importante para oir las quejas de la oposición tremenda que se le hacía. He escrito otras veces, y lo he de seguir haciendo, cómo opinaron sus amigos: don Víctor Garrido, don Porfirio Herrera, don Carlos Rafael Goico y 6 de menor connotación, entre ellos yo.
De no haber sido malogrado el plan original de que permaneciera Balaguer en la presidencia hasta el 27 de Febrero de dicho Consejo, el 16 de enero, en una noche de locuras y violencias, no hubiera habido ni derrocamiento posterior de un demócrata cabal, ni guerra civil, ni ocupación extranjera.
Todo ello me llega en forma acuciante, en los momentos en que no puedo ver a nuestra querida Venezuela en capacidad de salir airosa de tan tremendos revuelos. Claro está, lo más difícil de hacer resulta una transición; por ello he considerado el mérito más alto de Balaguer su participación decisiva en los momentos más graves y oscuros en que nos hemos visto envueltos.
Que Dios ampare a Venezuela y sus hijos soldados respondan a sus gloriosas tradiciones. De lo que se trata es de que no deben ninguno de los dos bandos pretender el poder. Para que gane Venezuela, deben separarse los rencores y sólo sus Ejércitos podrían lograrlo.

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