PRESIDENTE MARINO VINICIO CASTILLO R

La vida larga brinda oportunidades interesantes, según que se prolonga su duración. Una muy agradable es la de que entre los recuerdos que acuden hay diferencias en sus grados de interés, así como en la influencia que pudo tener lo recordado como lección para saber lo que se puede y no se debe asumir como valor a conservar hasta el final.

Hoy, 8 de Marzo, cuando sale esta Reminiscencia, me conmuevo porque es víspera de una fecha grande: el natalicio del Padre de la Patria Francisco del Rosario Sánchez.

Me remonto a mi inolvidable escuela pública primaria y a la celebración del Primer Centenario de nuestra Independencia.

De todos los recuerdos de su significado y festejos ha prevalecido siempre en mí un Maestro, José Dolores Jiménez.

Jimenito, le llamaba el pueblo, admirado de sus enseñanzas y cómo lo lloró cuando se nos fuera en aquel tiempo. De baja estatura, vivaz, ojos grandes y expresivos, moreno, con ademanes que competían con su mente brillante en las tareas inagotables de “formar a sus muchachos”, tal como decía con frecuencia, aún en los meses de su quebranto final.

Un ejemplo grandioso que nos decía: “Esos hombres y mujeres que encendieron las luces de la independencia, entiéndanlo bien, son y serán las estrellas que habrán de brillar en nuestro cielo de país libre e independiente; no consientan jamás que se les ofenda, olvide o menosprecie.”

“Y debo decirles, honrar su memoria ha de ser un culto nacional acompañado de los mensajes inmensos que hay en nuestros símbolos fundamentales, la bandera sobre todo, y su sublime escudo con el libro abierto y la palabra “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Juan, 8-32.”

Con su agudo talento insistía: “No sólo son las flores suficientes para homenajearles, ni los discursos conmemorativos, ni los bustos y estatuas. Aprendan las frases más notables de ellos, porque ahí está el código de conducta que nos dicta su heroísmo; hasta el martirio.”

Hoy, de Francisco del Rosario Sánchez sólo escojo una mínima parte de la grandeza de su elocuencia y creo cumplir con ello la imborrable recomendación de mi Maestro de siempre.

Las cito con profunda emoción:

“Entro por Haití porque no puedo hacerlo por otra parte, pero si alguien pretendiese mancillar mi nombre por eso, díganle que yo soy la Bandera Nacional.”

Y que: “Para enarbolar el pabellón dominicano fue necesario derramar la sangre de los Sánchez; para arriarlo se necesita también la de los Sánchez”. Esto, antes de ser fusilado el 4 de julio de 1861.

De su Discurso memorable de Defensa, sólo selecciono esta magnífica cuestión:

“¿Es posible admitir que en el Código Penal Español haya un artículo por el cual los hombres que defienden la independencia de su país deben ser condenados a muerte?”

“Pero veo que el señor fiscal pide para estos hombres lo mismo que para mí, la pena capital. Si hay un culpable, el único soy yo. Estos hombres vinieron porque yo los conquisté.”

“Si ha de haber una víctima, que sea yo sólo… Yo fui quien les dije que debían cumplir con el deber de defender la independencia dominicana, para que no fuera robada. De modo, pues, que si hay una sentencia de muerte, que sea contra mi sólo.”

Un año más del natalicio del héroe y mártir de la Patria que el pueblo llano en su inmensa mayoría apenas está enterado, en forma muy sesgada, de la estatura del gigante colosal que es Padre de la Patria del año 1844 y Mártir de la Patria en la lucha por su restauración en el año 1861, cuando viniera a cumplir el sublime encargo de defenderla hasta la muerte.

En estos momentos de duras pruebas por los que pasamos, al escribir ésto siento cierto desencanto porque es tanto lo que ha progresado la maldad terrible de la traición que se han atrevido a agredir los propios símbolos mayores, como es el caso del escudo de nuestra bandera, suprimido en un tiempo de un gobierno traidor que nos entregaba y pretendía permanecer como satrapía y sólo la reacción del pueblo lo impidió, cuando el nido grande de sus leyes, el Congreso Nacional, estaba rodeado de millares de sus soldados y artefactos de guerra forzando la aprobación de una modificación constitucional, que no se produjo y sólo se mandó al Presidente del Senado a mantenerla en suspenso hasta que intervino una llamada tremenda del poder extranjero que derribó sus malditas ambiciones.

Ahora nos toca comenzar a responder las infamias y creo que hay que editar muchos pequeños manuales y folletos para contrarrestar y divulgar todo aquel proceso venenoso que de otras maneras nos ha venido socavando.

A los niños y jóvenes de hoy hay que darles el material de las frases y los gestos que abrigaron aquellos enormes sacrificios de quienes fundaran esta Patria gloriosa nuestra. El enemigo interno es de la peor especie y está vivo, impune, insolente, al grado de que son capaces de salir después de haber devastado el tesoro público y afirmar en su primera inflexión arrogante: “Vengo a cobrarle a la República lo que me debe.”

Pero, aún hay Patria, y muchos de sus hijos que sabrán salirles al paso a quienes en sus delirios de grandeza enfermizos han creído que al pueblo se le puede seguir insultando con este perverso reproche: “Ni agradece favores, ni guarda rencores.”

Maestro, sigo la tarea sin reposo.

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