La crisis humanitaria en Haití ha alcanzado niveles alarmantes. Sin embargo, la atención internacional, especialmente por parte de las organizaciones no gubernamentales (ONGs), parece estar mayormente centrada en los haitianos que han migrado a la República Dominicana. Esta situación plantea una pregunta angustiante: ¿realmente les importa a estas organizaciones el sufrimiento de los millones de haitianos que permanecen en su país, enfrentando calamidades diarias?
Es innegable que la República Dominicana se ha convertido en el principal receptor de migrantes haitianos en el Caribe, una realidad que lleva a nuestro país a una encrucijada. La presión sobre nuestros recursos es palpable, con más del 30% del presupuesto del sector salud destinado a atender a inmigrantes. Solo basta ir a cualquier maternidad y la cruda realidad está a la vista de todos. Por otro lado, el desplazamiento de la población dominicana en áreas como la educación y, de manera alarmante, en el mercado laboral, está incumpliendo la ley de protección laboral 80/20.
En el tema de educación, miles de niños están fuera de las aulas porque ya están ocupadas por niños haitianos. Los haitianos en República Dominicana viven en los barrios y sectores medios donde residen los dominicanos, y reciben educación, salud y asistencia gubernamental, a menudo con un poco más de atención que los criollos. Sin embargo, el enfoque de muchas ONGs parece estar desviado. En lugar de extender su mano a los haitianos que aún viven en condiciones inhumanas en su propia tierra, parece que están más interesadas en aquellos que llegan a nuestro país.
La hipocresía de este enfoque es desconcertante. Mientras se clama por los derechos de los haitianos en la República Dominicana, las voces que exigen atención a la crisis en Haití son notablemente escasas. Las imágenes de violencia y desesperación que emergen de Haití, como el número de muertos por el ataque armado de la banda Grand Grif en la localidad de Pont Sonde (comuna de Saint Marc, departamento haitiano de Artibonite), son ignoradas por aquellos que dicen tener la misión de ayudar. ¿Por qué no se escuchan sus gritos de auxilio?
¿Por qué el sufrimiento de quienes se quedan no merece el mismo nivel de preocupación?
Parece que el verdadero negocio reside en la migración, en la explotación de la crisis como una oportunidad de intervención y financiamiento. Las ONGs que se aferran a la narrativa de la migración como un problema a resolver en territorio dominicano parecen olvidar que la solución real debe venir de Haití mismo. La reconstrucción de este país es una tarea que debe ser asumida internamente, con la adecuada asistencia internacional, pero siempre dentro del territorio haitiano.
Es fundamental que estas organizaciones comprendan que no se puede solucionar la crisis de Haití a costa de sacrificar la soberanía y los recursos de la República Dominicana. La atención centrada en los migrantes debe ir acompañada de un compromiso real con el bienestar de los haitianos que aún residen en su país, quienes enfrentan violencia, pobreza y desnutrición.
Actuar de otra manera solo perpetúa un ciclo de dependencia y desinterés que, a la larga, no beneficia a nadie.
Desde mi posición como diputado en el Parlamento Centroamericano (Parlacen), solicitaré al presidente de ese parlamento Ing. Ramón Emilio Gori, que designe una comisión de diputados con el propósito de comunicar la verdad al mundo. Es imperativo que todos entiendan que nunca habrá una solución dominicana al problema haitiano. La complejidad de esta crisis requiere un enfoque integral que no solo contemple la migración, sino que también atienda las raíces del conflicto de Haití en Haití.
En este contexto, es crucial que tanto la población dominicana despierte de la especie de «burrindanga» que le dieron, y es hora de que la comunidad internacional comprenda la complejidad de la situación y la responsabilidad que deben asumir. Las élites haitianas, las ONGs y los negociantes dominicanos deben asumir su papel en esta crisis y buscar soluciones que respeten la dignidad de todos los involucrados.
La historia de Haití no se puede contar únicamente a través de la migración; debe incluir la lucha de aquellos que permanecen en su suelo, que día a día enfrentan una realidad desgarradora. Si las ONGs realmente desearan ayudar, deberían centrar sus esfuerzos en Haití, en lugar de enfocarse exclusivamente en aquellos que buscan refugio en la República Dominicana.
En República Dominicana no hay solución al problema haitiano, ya que abordar esta crisis desde nuestro territorio solo enmascara los verdaderos desafíos que enfrenta Haití. La única forma viable de resolver esta situación es a través de la reconstrucción de Haití en Haití, lo que requiere un compromiso multilateral que involucre a la comunidad internacional, gobiernos, organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil haitiana.
Este enfoque debe centrarse en el fortalecimiento de las instituciones haitianas, la promoción del desarrollo sostenible y la creación de oportunidades económicas dentro de Haití, de manera que los ciudadanos haitianos puedan vivir dignamente en su país, contribuyendo a su estabilidad y bienestar. Solo así se podrá construir un futuro en el que tanto Haití como la República Dominicana puedan coexistir pacíficamente, sin que la crisis haitiana se convierta en una carga para nuestra nación.
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